Son como dos polos que afectan de lleno a la vida y ministerio de los presbíteros. Por un lado el stress por la multiplicidad de tareas y de cometidos con su falta de sosiego, con toda la cantidad de interrelaciones que conllevan y frustraciones adheridas. Por otro, esos momentos donde uno tiene que arrostrar la vida en su crudeza y encontrar la casa vacía y sentir ese desierto de compañía que ni llega a ser soledad poblada de aullidos. Parecen extremos que se tocan y como no hay soluciones mágicas, simplemente nos ponemos en el camino de Jesús, en su pobreza que enriquece de forma paradójica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario