Lo que se pide es disponibilidad apostólica. Es decir reconocer una llamada de Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo y sabiéndose enviado, lanzarse a hacer presente el amor de un corazón más grande que todas las debilidades humanas juntas. Se necesitan apóstoles con corazones generosos que no tengan miedo a dar la cara por Cristo para llevar a los demás la misericordia entrañable de un Dios que nos ama perdidamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario