Es todo un dinamismo de fe y vida el que hace posible este descentramiento vital. Pedimos a Dios que ponga nuestro corazón junto al corazón de su Hijo Jesús. Y así ya no vivamos para nosotros mismos sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Desde ahí se genera ese salir constante de nosotros mismos para encontrarnos con aquellos que están en las periferias de las relaciones humanas y sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario