Necesitamos hacernos prójimos, aprender a estar cerca de los demás. No nos es innato. Es un ejercicio que podemos practicar cada día. Evitemos rodeos y entremos en contacto con los que no nos son tan agradables, los que no nos reportan satisfacciones. No es que tengamos que ser masoquistas sino cristianos. Esto nos compromete a abrir el corazón y a expandir el perfume de la misericordia.
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