La alegría de encontrar el tesoro escondido es fuente de perenne luz. Pero una vez que uno ha descubierto lo que suscita gozo incomparable, hay que vivir el cada día. Y para que nuestra vida no se desplome en sus propios vaivenes, que mejor que redescubrirla. Caer en la cuenta de lo mucho que uno ha recibido y lo poco que lo merece. Redescubramos la alegría porque sino corremos el riesgo de disolverla en nuestros intereses y todo se vuelve oscuro y aparente.
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